Menos brujería, pero también más ayuda

¡Ah! El Papa

Benedicto XVI condena en Angola la brujería y los sacrificios humanos. Como si fueran pocas las guerras entre los hombres, que haya en un país otras muertes en honor a los poderes espirituales, me parece increíble, espeluznante y peligroso, sin embargo, existe, no es m entira mía, a pesar de que lo pasemos por alto o no queramos enfrentarlo por desconocimiento.

Y ahora que la máxima figura de la Iglesia Católica pidió que se combata la brujería y los sacrificios humanos rituales nos enteramos de que estas cosas suceden en un lugar donde también se utiliza Internet, los grandes carros y la gente sabe manejar las herramientas tecnológicas, porque hay que decir que junto a la subcultura y la pobreza también conviven los lujosos autos, los modernos celulares y la tecnología digital, si no, busque usted mismo cuántas personas están conectadas ahora mismo en Luanda a una red social, mientras en algún kimbo se realiza una ceremonia para desenvolver la misería de la situación familiar.

Para mí, lo que quiere decir entonces es que si junto al pensamiento más avanzado convive la era más primitiva hoy la cuestión no se resuelve solo por el camino de las homilías o el reconocimiento de Cristo, sino con otras formas más concretas encaminadas a paliar de verdad la miseria.

El Papa le dijo a brujos y creyentes, que hay que anunciar que Cristo venció a la muerte y todos esos poderes oscuros, y en otra parte de sus palabras expreso que "Muchos de ustedes viven con el miedo de los espíritus, de poderes nefastos que los amenazan, desorientados, y llegan a condenar a niños de la calle y hasta ancianos, porque -dicen- son brujos", afirmó el Papa en una clara alusión a las numerosas sectas y religiones tradicionales africanas presentes en Angola, algunas de las cuales celebran sacrificios humanos.

Primero fue la guerra contra los condones que según Benedicto no ayuda a controlar el SIDA, porque para eso la solución es fidelidad y abstinencia, y ahora arremete contra la brujería, algo inherente a una fuerte religiosidad tradicional africana que puede competir con la representada por la católica, desde luego, sin danzas y tambores.

Si según las estadísticas oficiales, el 55% de la población angoleña es católica y un 25% cree en religiones ancestrales, esto dice a las claras que con un buen proyecto de ayuda económica, no solo el evangélico podría batallar contra esas prácticas poco razonables, pero luchar no sólo con cánticos, si ese proyecto fuera el de combatir la desnutrición en los niños, darle instrucción adecuada, inmunización contra enfermedades, medicina gratis, en fin, un salvamento definitivo en dineros, tal vez no habría que lamentar ningún sacrificio humano.